Época: Vida cot fin XX
Inicio: Año 1973
Fin: Año 2000

Siguientes:
Nuevos movimientos sociales
Los "mass media"
El deporte de masas

(C) Isabel Cervera



Comentario

En los últimos veinticinco años toda una serie de fenómenos sociales y políticos ha llamado la atención de medios de comunicación, politólogos y sociólogos: la irrupción en la escena pública de las sociedades industrialmente avanzadas de los llamados nuevos movimientos sociales, en referencia a los movimientos feministas, ecologista y pacifistas, así como de nuevas organizaciones políticas cuyo espectro abarca los denominados partidos de nueva izquierda y los partidos verdes.
Las nuevas formas de comunicación de masas son reflejo de aquellas sociedades a las que afectan y en cuyo seno se desarrollaron. Las nuevas tecnologías, y de forma preeminente el desarrollo de la electrónica, perfeccionan los "mass media" actuales, e impulsan, una oferta diferenciada de productos, a la que contribuyen ya, por ejemplo, las computadoras, de reducido tamaño y de mayor capacidad de datos mediante dispositivos de transmisión y recepción, la televisión por cable, que logra mayor fidelidad de imagen y la conexión a mayor número de canales, los satélites de comunicación que hacen posible la comunicación de masas a escala mundial; y otro conjunto de innovaciones -videofono, videocasete, videodisco, videotexto, etc.- en que se suman recursos visuales y auditivos, y se logra avanzar de la información a la comunicación, a posturas interactivas.

El deporte es un fabuloso espectáculo de masas, una fiesta esperada por muchas personas, de la que dependen también muchas personas. Es un gran negocio, una ingente industria que genera dinero más allá del terreno de juego. Deportistas como Carl Lewis o Diego Maradona, por citar sólo dos, fueron una fuente extraordinaria de ingresos y espectáculo, y su presencia era garantía de rentabilidad en taquilla para el organizador. A cambio, sus remuneraciones fueron también millonarias. El deporte aficionado que preconizaba el aristócrata Coubertin no conserva, por tanto, sus principios inmaculados.